Por: Fernando
Fernández López
El debate
actual sobre la impugnación al triunfo del presidente electo, el priista
Enrique Peña Nieto, por parte del Movimiento Progresista y su candidato perdedor
Andrés Manuel López Obrador, parece olvidar que esta última expresión política
izquierdista obtuvo un avance por demás considerable en el esquema político del
país, aumentando de 90 a 136 el número de sus legisladores, y mandando al
Partido Acción Nacional a un tercer lugar como fuerza política en la Cámara de
Diputados.
Como ha
ocurrido en nuestro país desde 1997, el nuevo presidente de la República no
contará con una mayoría absoluta en el Poder Legislativo, y en caso de que el
Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación ratifique su victoria
electoral, Enrique Peña Nieto deberá demostrar su habilidad política para
buscar los consensos necesarios que lo lleven a obtener mayorías en el
Congreso, y pueda lograr la tan ansiada gobernabilidad del país, referida a los
logros en materia de reformas estructurales.
La nueva
correlación de fuerzas del próximo Congreso mexicano deja poco que desear. Lo
obvio es que su aliado electoral, el PVEM, camine junto con el tricolor, aunque
los verde-ecologistas cargan y defienden su propia agenda legislativa y no
siempre votan junto a los priistas. El Partido Nueva Alianza podría sumarse a
las iniciativas del gobierno peñanietista, pero tampoco es un aliado seguro, y
se teme nuevamente ser presa de las ambiciones negociadoras de la dueña de este
partido, la maestra Elba Esther Gordillo; y de los partidos que integran el
Movimiento Progresista, el PRD, PT y Movimiento Ciudadano, se espera una
hostilidad tan grande hacia Peña Nieto como la que mostraron ante los gobiernos
panistas del ex presidente Vicente Fox, y del actual Felipe Calderón.
Para quienes
piensan que los políticos mexicanos deberían unirse para impulsar reformas que
permitan una mayor productividad, la elección de 2012 parece indicar lo
contrario: ante una izquierda que lo más probable es que seguirá sumida en la
oposición sistemática, sólo queda preguntarnos si el PAN será una oposición
constructiva, o se moverá en la lógica de la rivalidad y de la revancha
política al oponerse de nuevo a que un gobierno priista logre avanzar por fin
en las tan ansiadas reformas estructurales. Si no es así, nuestro
país seguirá viviendo en la parálisis legislativa que sufre desde
1997 por la falta de acuerdos, y esa una muy mala señal para los
mexicanos…
lumbrerafer@hotmail.com
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