Por: Fernando Fernández
López
El pasado lunes, AMLO dijo
en Michoacán que el PRI ya recurrió a la “guerra sucia” que utilizó en 2006, y
alertó que si esa estrategia no le funciona para revertir el declive de su
candidato Enrique Peña Nieto, recurrirá una vez más al fraude electoral. “Estoy
seguro que ya llevamos la delantera porque ya empezaron a arreciar los
ataques”, apuntó el aspirante izquierdista. Y en una reunión, esa misma semana,
ante un grupo de intelectuales, el político tabasqueño, evadió responder si
respetaría las reglas, al árbitro y los resultados de la elección presidencial
del primero de julio, cualquiera que sea el veredicto del IFE.
El nivel de recuperación
de AMLO caminó bastante bien luego de la irrupción juvenil-estudiantil que
enarboló, vía las redes sociales, el apoyo al candidato de las izquierdas, a la
vez que encabezó al mismo tiempo una campaña de oposición sistemática a la
candidatura del priista Peña Nieto. Otro factor estratégico para el
reposicionamiento mediático de AMLO fueron los resultados de la encuesta del
diario Reforma, que lo ubicó a sólo cuatro puntos del aspirante tricolor.
Estos elementos, que
deberían ser motivo de algarabía para el tabasqueño y su equipo, reduce
nuevamente al nivel de confrontación similar al de hace seis años, cuando
nuestro país entró en una vertiente peligrosa con un conflicto poselectoral que
puso en riesgo la estabilidad institucional del país, de proporciones
incalculables que desembocó con el cierre de la principal arteria vial de la
capital de la República, como Paseo de la Reforma, que en opinión de AMLO, fue
la única salida para evitar que el descontento social se desbordará de otra
manera más violenta.
Y, lamentablemente, esta
vez, ningún polo de poder hará nada para evitarlo: quienes no quieren por nada
del mundo aceptar una presidencia de AMLO, ya emprendieron sus ataques
para revivir esa imagen del candidato izquierdista. Pero tampoco la mesura
distingue al tabasqueño, pues fiel a su naturaleza política, ya se le olvido su
discurso amoroso, y volvió a ser el beligerante que conocemos, al identificar
de nueva cuenta a la mafia en el poder que fraguará el fraude electoral. Y como
si comenzará a curarse en salud ante una eventual derrota, ya no quiere
comprometerse públicamente a respetar los resultados del primero de julio, y
hasta señala que desconfía del órgano electoral.
Dicho esto, hay que
prepararnos para atestiguar que nuestra democracia aun sigue en ciernes, que
está en pañales. Y como bien señaló un destacado periodista: “el día que
nuestro actores políticos sepan ganar, pero sobre todo perder, entonces estará
consolidada nuestra democracia… no antes”… lumbrerafer@hotmail.com
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