Por: Fernando Fernández López
El encuentro en
la residencia oficial de Los Pinos, entre el presidente Felipe Calderón y el
candidato vencedor de la pasadas elecciones presidenciales, el priista Enrique
Peña Nieto, causó polémica y malestar en el llamado Movimiento Progresista y su
candidato perdedor, el izquierdista Andrés Manuel López Obrador, quienes
calificaron la reunión de incorrecta debido a que el proceso electoral no
concluye, y porque el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación no
resuelva aun la impugnación electoral que presentaron los partidos PRD, PT y
Movimiento Ciudadano. Tanta fue la molestia del sector oficial de la izquierda
que el propio presidente nacional del PRD, Jesús Zambrano, calificó como “una
suerte de mentada de madre a quienes estamos luchando porque se analice a fondo
la constitucionalidad y legalidad del proceso electoral en su conjunto y que
sean las instancias correspondientes las que avalúen”.

La
esquizofrenia del PAN y su presidente Madero raya en el exceso al planear que
será su Consejo quien decida si acude o no a la toma de protesta del mexiquense
como presidente de la República el próximo primero de diciembre, olvidándose
que hace seis años, la actitud responsable del PRI permitió que Felipe Calderón
se convirtiera en primer mandatario, en una atropellada sesión de Congreso. Y Peña
Nieto de seguro estará consciente que se ungirá como presidente de México; esta
vez, a diferencia del accidentado año de 2006, ya se aprobó una reforma
constitucional que permitirá a Peña Nieto tomar protesta y posesión del cargo
de Presidente, en caso de que el Palacio de San Lázaro pudiera ser
secuestrado.
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